Profesionales de enfermería llevan adelante cuidados para mejorar la calidad de vida a pacientes que atravesaron episodios de ACV y así obtener una mejor recuperación.
El accidente cerebro vascular (ACV) es la primera causa de secuelas neurológicas permanentes en la población adulta de ambos sexos. Es un déficit neurológico de origen encefálico, que sucede de forma brusca y se instaura en poco tiempo. Es producido por la rotura u oclusión de un vaso cerebral. Una vez producido, el/la paciente debe recibir una atención sanitaria dirigida a su rehabilitación, que, asimismo, prevenga nuevos episodios de ACV.
Entre el 80% y 85% de los casos de ataque cerebrovascular pueden ser enmarcados como ACV isquémico. El 10% a 15% restante está conformado por el ACV hemorrágico. Los eventos isquémicos pueden clasificarse en trombóticos, embólicos y por hipoperfusión. Los trombóticos son los más frecuentes y ocurren en las dos terceras partes de las/los pacientes.
Por su parte, el ACV hemorrágico es clasificado en hemorragia intracerebral (HIC), hemorragia subaracnoidea (HSA), hematoma subdural y hematoma epidural.
La mortalidad general por ACV isquémico agudo varía entre el 12% y 20% y su severidad es comparable con la del infarto agudo de miocardio. Aproximadamente el 10% de los pacientes con ACV isquémico agudo requiere manejo en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
En este contexto, las/los profesionales de enfermería cumplen un rol fundamental, pues llevan adelante ciertos cuidados que les permitirán a las/los pacientes mejorar su calidad de vida y obtener una recuperación más rápida y eficaz. Además, brindan apoyo y guía a sus familias para que puedan continuar con los cuidados necesarios una vez que las/los pacientes hayan sido dados de alta.
La población con ACV isquémico presenta síntomas de manera súbita, tales como debilidad repentina en el rostro, pérdida del equilibrio o coordinación y limitaciones sensitivas o del lenguaje.
Por otro lado, las y los pacientes con ACV en estado crítico suelen mostrar los siguientes síntomas:
Se considera necesario descartar la presencia de disfagia, es decir, dificultades para tragar, en pacientes con ACV isquémico agudo lo antes posible. Existen síntomas y signos de sospecha de disfagia:
Aquellos pacientes en los que persistan las dificultades al tragar, ya sean sólidos o líquidos, deben ser entrenados (ellos o sus cuidadores) en la identificación y manejo de los problemas en la deglución.
Mientras el/la paciente lleva a cabo el acto de deglución, las/los enfermeras/os deben observar si hay oclusión labial, contención verbal, masticación con eficiencia, presencia de residuos alimenticios y/o secreción, tos o hipo, alteraciones de la voz, coordinación respiración-deglución y restricción alimentaria en cuanto al tipo de dieta.
Se debe colocar al paciente en posición sentada para darle de comer, promover el entrenamiento del control del alimento en la boca, ofrecer comida en pequeñas cantidades y verificar la presencia o ausencia de alimentos acumulados a los lados de la boca.
Es preciso no ofrecer más comida hasta comprobar que el/la paciente ha ingerido la que tenía en la boca.
También es indispensable mantenerlo/la incorporado/a, al menos media hora después de comer para la prevención de complicaciones pulmonares tales como vómitos o regurgitación.
El personal de enfermería debe estar preparado para orientar a las/los pacientes sobre qué ejercicios pasivos y activos pueden realizar en los miembros afectados y no afectados. Estos les permitirán desarrollar una progresiva movilización y la prevención o reducción de la hinchazón.
Además, es esencial que realicen ejercicios diarios para mejorar la eficiencia de los músculos del habla. De igual modo, que aumenten la frecuencia, volumen y articulación de las palabras. Para ello es importante alentar al paciente a repetir los sonidos del alfabeto y hablar despacio y con claridad para ayudarlo en la formación de dichos sonidos.
El/la profesional de enfermería debe asegurarse de que se están llevando a cabo correctamente las técnicas prescritas por médicas/os y que las/los cuidadoras/es poseen no solo los conocimientos sino las habilidades necesarias para realizarlas.
Es relevante asegurarse de que el/la paciente tenga una alimentación acorde a la recomendada (tener en cuenta la textura, consistencia y el tipo de alimentos y líquidos). Por este motivo, resulta fundamental monitorear el nivel de hidratación y nutrición y las técnicas de administración de la dieta prescrita.
A la hora de la alimentación, es indispensable comprobar que el paciente se encuentra alerta y receptivo, con capacidad para tragar.
La administración de la medicación también debe ser segura.
El tratamiento de la incontinencia de esfínteres es una parte esencial del programa rehabilitador del paciente que ha tenido un ACV isquémico, tanto por su incidencia como por la carga que representa para su cuidador/a. Los cuidados de la incontinencia tienen que seguir después de la hospitalización para garantizar una continuidad del tratamiento tras el alta.
Sociedad Argentina de Cardiología Organización Panamericana de la Salud
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