Se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Cáncer de Cuello Uterino. La neoplasia todavía se asocia con una elevada morbimortalidad en mujeres de América Latina. Buscan que, para 2030, deje de ser un problema de salud pública.
Este 26 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Cáncer de Cuello Uterino. La efeméride busca generar conciencia acerca de una enfermedad que todavía se asocia con una elevada morbimortalidad en mujeres de América Latina. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), cada año se diagnostica cáncer de cuello de útero a unas 83.200 mujeres de la región. Lamentablemente, de ellas, alrededor de 35.680 fallecen por la neoplasia. Una proporción significativa (52%) de ellas, son menores de 60 años.
Para 2030, los sistemas sanitarios de Latinoamérica buscan eliminar el cáncer cervicouterino como problema de salud pública. Los progresos, según la OPS, han sido notables en la prevención y control de la enfermedad. Pero en el continente siguen existiendo brechas y desafíos relacionados con su incidencia y mortalidad. El impacto es desigual en los países y guarda relación directa con la situación socioeconómica, la educación y los ingresos de la población. La tasa de mortalidad por cáncer de cuello uterino resulta doce veces mayor en Bolivia que en Canadá.
La adopción de estrategias y planes de acción regionales han permitido fortalecer la prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer de cuello uterino en América Latina. Los nuevos enfoques tienen como eje central la detección y prevención de la infección por el virus del papiloma humano (VPH). Los tipos 16 y 18 del VPH son los más prevalentes y se consideran responsables de, aproximadamente, el 70% de los casos de cáncer cervicouterino. Numerosas investigaciones han establecido que el cáncer de cuello de útero se desarrolla lentamente. Generalmente, comienza con una infección persistente por el VPH. Esto, luego, da lugar a lesiones precancerosas que, de no ser tratadas, tienden a evolucionar como un cáncer invasor.
Es innegable que el tamizaje de lesiones precancerosas en mujeres asintomáticas, por medio de la prueba de Papanicolau, ha tenido un impacto positivo. En países con sistemas de salud robustos desencadenó una disminución promedio del 2,6% anual en la mortalidad por cáncer cervicouterino. Sin embargo, dicha estrategia ha sido menos eficaz en países en desarrollo. En gran medida, el fenómeno se debe a los requisitos de infraestructura, equipo y retos logísticos, asociados con esa estrategia. Aunque también guarda relación directa con el rendimiento de la prueba de Papanicolau. Es conocido que la sensibilidad de dicho test es aproximadamente del 50%, o menos, para la detección de cáncer de cuello uterino.
La prueba de detección del VPH es mucho más eficaz. Pero todavía resta ser incorporada de manera generalizada al tamizaje del cáncer cervicouterino en la región. Son pocos lo países de América Latina que la emplean rutinariamente, a pesar de evidencias que dan cuenta de su costo efectividad y la posibilidad de ser realizada en entornos con recursos limitados. Según la OPS, la prueba de VPH representa una enorme oportunidad para mejorar la efectividad y cobertura de los programas de tamizaje. Desde la entidad, recuerdan que este tipo de estrategias, para ser exitosas, deben abarcar al menos el 70% de la población destinataria. En América Latina eso demandaría examinar 32 millones de mujeres con edades comprendidas entre los 30 y 49 años.
En líneas generales, ha existido aceptación de la vacuna para prevenir la infección por VPH en Latinoamérica. Pero en algunos países la cobertura se ha visto obstaculizada debido a incidentes erróneamente relacionados con la vacuna. Todavía se recuerda lo sucedido durante 2014 en Colombia. Allí la atención de algunos medios de comunicación y la desinformación viralizada por las redes sociales desencadenó temores infundados en la población. Eso se tradujo en el desplome de las tasas de vacunación contra el VPH en ese país y una lenta recuperación que aún transcurre. La OPS, atenta a ese episodio, pide que se garantice el acceso regular a información y evidencia contrastada. Es uno de los factores a tener en cuenta para dar con un mayor nivel de inmunización en la población objetivo.
Como meta para 2030, la OPS se ha propuesto que el cáncer de cuello uterino deje de ser un problema de salud pública. En materia de prevención, busca dar con una mayor cobertura de la población con la vacuna contra VPH. También aboga por una mayor incorporación de las pruebas para detectar el virus en las estrategias de tamizaje. Por último, ve como central la puesta en marcha de campañas de información y educación de la salud que permitan a la población conocer el impacto de dichas estrategias. “Si se ejecutan a gran escala, estos nuevos enfoques pueden acelerar la reducción de la mortalidad por cáncer cervicouterino”, aseguran desde la entidad.
Organización Panamericana de la Salud. Plan de acción sobre la prevención y el control del cáncer cervicouterino 2018-2030. Washington, D.C.: OPS; 2018.
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