Por María Constanza Celano, magíster y especialista en Enfermería Oncológica.
El cáncer de mama es el tumor más frecuente en las mujeres en todo el mundo y esto también se refleja en Argentina, donde expone una ocurrencia de más de 22.024 nuevos casos al año. Lo que representa la primera causa de muerte por cáncer en las mujeres en nuestro país, a donde afecta a 1 de cada 8 mujeres. Es interesante conocer estos datos ya que con ellos podemos interpretar su comportamiento y resaltar aquellas medidas que pueden intervenir en la disminución de la incidencia y de la mortalidad.
Para comenzar a comprenderlo, recordemos que, como todo cáncer, responde al crecimiento descontrolado de células que se han alterado. Se desarrolla una multiplicación celular que escapa a mecanismos de control que tiene el organismo. Esto forma una nueva masa de tejido anormal o tumor. Dicha masa se puede presentar en diferentes áreas del tejido mamario, siendo el carcinoma ductal el de mayor frecuencia, que se origina en las células que recubren internamente los conductos galactóforos.
Existen factores de riesgo relacionados al desarrollo de este tumor, algunos son modificables y otros no. Dentro de los no modificables: se sabe que es más frecuente a partir de los 50 años, tener antecedentes familiares cercanos con cáncer de mama, mujeres que hayan recibido tratamiento radiante en la zona del tórax, terapia de reemplazo hormonal, la nuliparidad o haber cursado el primer parto a edad avanzada.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el cáncer de mama hereditario representa sólo alrededor del 5%-10% de todos los casos de este tipo de cáncer.
Los factores de riesgo modificables son aquellos sobre los que se puede trabajar para prevenir el desarrollo de la enfermedad. Ellos son: un estilo de vida sedentario, con poca actividad física; una nutrición no equilibrada, basada en alto consumo de grasas y azúcares, que conducen al exceso de peso; el alto consumo de alcohol; el hábito de fumar, el tabaquismo.
Un dato que todos debiéramos conocer como parte del equipo de salud y para poder transmitirlo, es que el diagnóstico temprano, su detección y tratamiento en estadios iniciales, aumenta la posibilidad de curación a más del 90%.
Esto resalta la necesidad de recomendar a todas las mujeres de 50 a 69 años sin antecedentes personales o familiares, que se realicen al menos una mamografía cada dos años junto a un examen físico de las mamas por parte de un profesional de la salud.
En nuestro país contamos con un Programa Nacional de Control de Cáncer de Mama cuyo objetivo es mejorar el diagnóstico y la atención de las personas, fortalecer los registros y disminuir la mortalidad por esta enfermedad.
A nivel molecular, el cáncer de mama es una enfermedad heterogénea. Por ello, se estudian la presencia de receptores hormonales, receptores HER2 y el Ki67 para saber a qué tipo molecular pertenece. Las características moleculares incluyen la activación del receptor 2 del factor de crecimiento epidérmico humano (HER2, codificado por ERBB2), la activación de los receptores hormonales (receptor de estrógeno y receptor de progesterona) y/o mutaciones BRCA. Esto es importante dado que las estrategias de tratamiento difieren según el subtipo molecular, es decir, se utiliza para la toma de decisiones terapéuticas al momento de comenzar el tratamiento.
Hoy en día existen varios pilares de tratamiento para esta enfermedad, que dependerán del estadio al momento del diagnóstico y del tipo molecular. Los enfoques de tratamiento pueden combinar terapia locorregional como la cirugía y radioterapia, y el tratamiento sistémico como terapia endocrina para la enfermedad. Lo que implicaría receptores hormonales positivos, quimioterapia, terapia anti-HER2 para la enfermedad HER2 positiva, agentes estabilizadores óseos, inhibidores de enzimas para portadores de mutaciones BRCA y, recientemente, inmunoterapia.
El enfoque de tratamiento es complejo, multidisciplinario, convoca al trabajo en equipo y necesita de enfermería capacitada, actualizada, que conozca los diversos pilares de tratamiento, sus vías de administración y las toxicidades.
Ya no solo es la administración de quimioterapia, sino conocer en profundidad los protocolos combinados con la administración de terapias biológicas. Por ejemplo, los anticuerpos monoclonales, la inmunoterapia y el manejo de las toxicidades relacionadas. La detección temprana de toxicidades puede ayudar a controlarlas evitando la suspensión del tratamiento y, por ende, mejorando la adhesión y la respuesta al mismo.
La persona con cáncer de mama requiere de enfermería con una mirada centrada en la persona, que estimule la educación durante su tratamiento, con una participación activa de la persona sobre su cuidado. Una enfermería humanizada, con empatía, flexible, que conozca no solo la patología y el tratamiento, sino los desafíos por los que una persona atraviesa esta enfermedad. Que ayude a acompañarla a transitar mejor las diversas etapas de la misma.
'-Agencia EFE
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