Gracias a las redes sociales, el SIBO ha ganado popularidad en el último tiempo y ya constituye un frecuente motivo de consulta médica. Los pacientes concurren en busca de la confirmación del diagnóstico. Los expertos piden una mayor valoración a la hora de rotular y tratar a pacientes con esta condición.
Es motivo frecuente de entradas en redes sociales y hasta videos en Tik-tok. Quizás por eso cada vez son más los pacientes que ante un profesional de la salud alegan padecerlo. Hablamos del sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO). Ni más ni menos que una condición caracterizada por el incremento en el número de bacterias que colonizan esa porción del tubo digestivo. El SIBO no es una entidad nueva y su prevalencia en los pocos estudios epidemiológicos disponibles no ha aumentado. Su existencia se conoce desde 1897, fundamentalmente gracias al trabajo del Dr. Faber y el reporte de un caso de síndrome de asa ciega. Desde ese entonces, se ha mantenido vigente en las historias clínicas, generalmente en el contexto de otras patologías desencadenantes.
Lo novedoso resulta, entonces, que el mayor número de personas que hoy dicen sufrirlo, manifiestan ante el profesional síntomas compatibles, pero carecen de antecedentes patológicos de peso. Por otro lado, en el ámbito sanitario aún persisten intensos debates en torno al diagnóstico del SIBO, la necesidad o no de tratamiento y la dificultad que genera rotular a los pacientes como portadores de una enfermedad crónica. Por el momento, más allá del boom en las redes sociales, no son pocos los expertos y expertas que piden cautela.
El SIBO ha sido definido como una disbiosis intestinal caracterizada por el incremento en el número de bacterias pertenecientes al colon que habitan el intestino delgado. Son aeróbicas y anaeróbicas y pueden ser identificadas y cuantificadas en aspirados obtenidos por vía endoscópica. Dicho procedimiento constituye el método más preciso para diagnosticar la condición. Aunque el valor de corte para el diagnóstico puede variar según guías clínicas. Algunas proponen como umbral la presencia de 105 UFC/ml de aspirado, otras bajan esa cifra a 103 UFC/ml.
En una interesante revisión, publicada en la revista Journal of Clinical Medicine, se comenta que los pacientes que dicen padecer SIBO tienen un cuadro caracterizado por: distensión abdominal, flatulencias, alteraciones en el ritmo evacuatorio (diarreas o constipación). Además, algunos se quejan de fatiga crónica y dificultades en la concentración. En casos más severos se ha vinculado al SIBO con episodios de esteatorrea, malabsorción intestinal y pérdida de peso.
La condición es conocida por los profesionales de la salud y su presencia lleva generalmente a descartar la coexistencia de otras enfermedades desencadenantes. Dentro de los mecanismos fisiopatológicos, que explicarían un incremento en el número de colonias de bacterias, se destacan: la pérdida de mecanismos de defensa intestinal, las alteraciones en la motilidad del tubo digestivo, o la presencia de cambios anatómicos en el intestino delgado.
Históricamente, el SIBO ha sido considerado un trastorno acompañante de diversos padecimientos. La lista es extensa e incluye a la pancreatitis crónica, enfermedad celíaca, enfermedad de Crohn, neuropatías intestinales, o secuelas quirúrgicas, por mencionar solo algunas. Pero en la práctica clínica actual, no resulta infrecuente dar con un fenómeno nuevo. Existen pacientes que concurren a una consulta ya con la misión de confirmar que padecen SIBO. Pero esto choca contra la falta de antecedentes personales patológicos en el interrogatorio, o la ausencia de enfermedades acompañantes en la búsqueda diagnóstica realizada por el profesional.
La inespecificidad de signos y síntomas lleva a la necesidad de métodos complementarios para confirmar el diagnóstico de SIBO. En ese sentido, la aspiración endoscópica y el recuento de colonias bacterianas en líquido intestinal constituye el patrón de oro. Pero dado que resulta una práctica invasiva, y frecuentemente costosa, se han buscado alternativas útiles para implementar en la práctica clínica.
En la actualidad se considera que la medición de gases, como el hidrógeno o el metano, en el aire espirado, tiene un rol en el diagnóstico de SIBO. Suelen realizarse luego de la administración oral de carbohidratos, tales como la lactulosa o la glucosa. Parten de la premisa que las células humanas no producen los gases analizados y por ende el resultado de las mediciones no puede deberse a otra cosa que el metabolismo generado por las bacterias presentes en el intestino delgado.
Pero todavía existen debates en torno a esta técnica no invasiva, más accesible y costoefectiva. Entre los gastroenterólogos persisten dudas acerca de la pertinencia de utilizar lactulosa, o qué valores deben ser considerados, finalmente, anormales. Por otro lado, algunos trabajos se han encargado de señalar la baja especificidad y sensibilidad que tiene la medición del aire espirado en comparación con el procedimiento endoscópico.
En el tratamiento del SIBO, lo que generalmente se busca es disminuir los microorganismos del intestino delgado y mejorar la sintomatología. Para ello se apelan a distintos antibióticos de manera empírica. Se han ensayado tratamientos con ácido clavulánico, ciprofloxacina o doxicilina, entre otros. La recurrencia de la sintomatología, la alteración de la microbiota intestinal y la posibilidad de resistencia bacteriana, plantean desafíos con estos esquemas de antibioticoterapia. En el último tiempo, la rifaximina, dado su mejor perfil de seguridad, ha ganado aceptación en el tratamiento de pacientes con SIBO.
También en esta condición se ha propuesto el tratamiento dietético, o el empleo de probióticos, para mejorar el cuadro. Pero en líneas generales, las evidencias, en la que reposa la indicación de estas estrategias, aún son escasas y limitadas. De hecho, algunos trabajos han encontrado empeoramiento en los síntomas asociados a estos últimos. Nuevos ensayos clínicos randomizados, controlados con placebo, con un número suficiente de pacientes, deberán aportar mayor claridad en ese importante tópico.
El Dr. Fermín Mearin, gastroenterólogo del Centro Médico Teknon (Barcelona, España), comenta que el SIBO está en todos lados. Se lo puede encontrar en Internet, o en las consultas. “Lo curioso es que su popularidad generalmente no nace de los propios médicos, los pacientes ya vienen a vernos con el diagnóstico de SIBO”.
Al experto, que no duda de la existencia del SIBO, le preocupa el sobrediagnóstico que pueden desencadenar los tests no invasivos y la errónea asignación de una enfermedad que es para toda la vida. Lo dice todo en un congreso médico subido a You Tube. Está disponible a un click y al lado de varios videos que invitan rápidamente a iniciar tratamientos para esta condición. “Una mentira, o una media verdad, contada mil veces, parece una verdad”, dice el Dr. Mearin, al inicio de su exposición.
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500 horas-Skrzydło-Radomańska, Barbara, and Bożena Cukrowska. 2022. "How to Recognize and Treat Small Intestinal Bacterial Overgrowth?" Journal of Clinical Medicine 11, no. 20: 6017. https://doi.org/10.3390/jcm11206017
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