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Trastornos psicológicos en México: un daño colateral de la pandemia

El trastorno de ansiedad generalizada representa una preocupación en aumento.

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Los aspectos más relevantes del artículo

  • Cuando se emplean elevadas dosis de benzodiacepinas durante períodos prolongados de tiempo, aumentan la depresión, el uso de antipsicóticos de segunda generación y las dificultades con el sueño.
  • En este sentido, los adultos mayores constituyen una población especialmente vulnerable.
  • El consumo de estos medicamentos puede provocarles efectos adversos sobre las funciones cognitivas y motoras.
  • Asimismo, puede ser la causa de episodios de desorientación y delirios.

El trastorno de ansiedad generalizada representa una preocupación en aumento en los últimos tiempos. Se define como la anticipación aprensiva de un daño o desgracia futuros. Las personas afectadas padecen dificultades para controlar los pensamientos de preocupación sobre en diferentes aspectos como su salud, familia o trabajo. Dichas preocupaciones son invasivas, pronunciadas y angustiantes, de manera que interrumpen el normal funcionamiento del individuo. Además, se acompañan de malestares físicos tales como inquietud, irritabilidad, tensión en el cuerpo y dificultad para concentrarse o dormir.

Este trastorno se encuentra estrechamente relacionado con distrés psicológico, menor calidad de vida, menor rendimiento laboral, mayor ausentismo y mayor asistencia a servicios de salud. También representa un factor de riesgo para intentos de suicidio, enfermedades cardíacas y mortalidad prematura.

Salud mental en tiempos de pandemia

El brote de COVID-19 se expandió por el mundo entero a partir de diciembre del 2019. Esta enfermedad trajo consigo no solo riesgo de muerte por infección, sino que además representa una enorme carga psicológica para los seres humanos. El temor a la infección es común en todos lados, pero también existe el miedo al colapso del sistema sanitario, a la falta de camas o de respiradores y a la pérdida de seres queridos, entre otras cosas.

Expertos en salud pública han alertado que las medidas de mitigación por la pandemia de COVID-19, pueden provocar aumentos importantes en ansiedad, depresión y sentimientos de soledad. La crisis sanitaria, económica y social aumenta la presión psicológica debido a la carga adicional de trabajo doméstico y de cuidados, y por la pérdida de ingresos o trabajo.

En lo que respecta a salud mental, en muchos países latinoamericanos, por ejemplo México, la gran demanda asistencial del sistema no les permite a los profesionales realizar una evaluación adecuada del paciente, lo que lleva a prescripciones erróneas sin fundamentos avalados por la literatura. También, algunas personas optan directamente por la automedicación. Deciden tomar ansiolíticos sin consultar al doctor, ya sea para calmar los nervios o para dormir mejor. Pero cuando estos fármacos se utilizan a dosis y esquemas incorrectos, pueden resultar peligrosos.

Consumo de fármacos en México

Las benzodiazepinas son los fármacos más elegidos por los usuarios cuando se trata de ansiedad. Representan los principales ansiolíticos en farmacoterapia debido a su eficacia, inicio rápido de acciones terapéuticas y perfil de efectos colaterales más favorable. Dentro de las más usadas se encuentran el alprazolam, clonazepam, diazepam, lorazepam y nordazepam. El clonazepam tiene un perfil muy eficaz en el tratamiento de trastornos de pánico o ansiedad generalizada, además de su uso tradicional como anticonvulsivo.

En México, el periódico Excélsior publicó que, en mayo de 2020, la Asociación Nacional de Farmacias de México ya había registrado un aumento en la compra de ansiolíticos del 15%. Para febrero del 2021, el porcentaje subió al 30%. Un hecho similar se reportó en Argentina, donde se observó un aumento del 28% de ansiolíticos durante el primer año de pandemia, según el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos.

El problema del consumo de estas sustancias es que aún en dosis adecuadas, su consumo prolongado puede causar dependencia psíquica, física, tolerancia y síndrome de abstinencia. Se cree que las características específicas de las benzodiazepinas pueden contribuir a su potencial adictivo. Alprazolam y Lorazepam, por ejemplo, tienen vida media corta, por lo que los usuarios son más propensos a convulsiones y síntomas de abstinencia intenso.

Lo ideal es evitar que estos fármacos se usen de forma prolongada. Solo así se puede disminuir el riesgo de adicción, tolerancia y finalmente de dependencia. Para lograr esto, lo primordial es su uso racional: evitar la prescripción indiscriminada de estos fármacos, especialmente en los médicos de atención primaria.

Encuesta ENCOVID-19

En México, se realizó una serie de encuestas mensuales con el objetivo de detectar cualquier tipo de trastorno de ansiedad. Se llevó a cabo de forma telefónica con diseño transversal a muestras representativas de personas mayores de 18 años que tienen teléfono celular.

Antes de la pandemia, la prevalencia de cualquier trastorno de ansiedad en la población mexicana era del 14,3%. Los resultados de la Encovid-19, demostraron una prevalencia de entre 31% y 33% que alerta un fuerte incremento durante este período de crisis.

Esta encuesta evidenció también que el trastorno de ansiedad generalizada afecta desproporcionalmente a ciertos grupos. Quienes habitan en hogares con menores de edad y, destacadamente las mujeres, reportan mayor ansiedad. Esto se debe, posiblemente, a la desigualdad de distribución de las labores domésticas y de cuidados, en particular en el período de cierre de escuelas.

En el ámbito laboral, la ansiedad la padecen en mayor proporción personas desocupadas y de nivel socioeconómico bajo. La crisis económica y sanitaria ha hecho que estas personas se vean fuertemente afectadas.

Esta distribución de trastornos de ansiedad demuestra que los padecimientos de salud mental están sujetos a los determinantes sociales de salud. La salud mental es un indicador de como la pandemia por COVID-19, profundiza las desigualdades en múltiples dimensiones. Por ello es necesario implementar políticas de atención que contribuyan a aminorar las consecuencias en el largo plazo.

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Fuente/s:

Salud Pública de México

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