El licenciado en Psicología, Federico Nuñez, aborda una serie de herramientas para el manejo de las emociones de los profesionales de la salud ante el contexto de la pandemia.
Por años los profesionales de la salud han contado con sus conocimientos, los medicamentos y los avances tecnológicos para enfrentar las patologías. Este importante respaldo parece ser insuficiente frente a la pandemia y los enfrenta a situaciones ante las cuales todo aquello con lo que cuentan resulta insuficiente. En este contexto, es lógico y hasta esperable que se sientan fuertemente afectados, movilizados y que sus emociones afloren sin que puedan dominarlas.
Para quien se ha formado en el ámbito de la salud ha sido posible prever situaciones de alto estrés generadas por sus exigencias laborales, pero difícilmente alguien haya podido imaginar la gran complejidad que trajo aparejada la pandemia. El coronavirus enfrenta a los profesionales a un punto de desconcierto y perplejidad para la que la gran mayoría no estaba preparado. La pandemia los interpela al punto de afectarlos a cada uno de manera singular.
No existen emociones buenas o malas. Cada una de ellas en sus máximas expresiones nunca son buenas consejeras. Por ejemplo el miedo en su expresión más negativa conlleva a la fobia, al retraimiento, el terror, la impotencia; mientras que en su versión más positiva nos lleva a tomar precauciones, nos permite tomar medidas frente a una potencial amenaza.
Resulta clave detectar las emociones en el momento en que afloran. Cuando una emoción nos habita, suele ser algo tan propio y cercano que perdemos de vista el registrarla, simplemente la vivenciamos. Por esto, es fundamental comenzar a captarla porque ella proviene de un pensamiento previo que necesitamos dejar aflorar y cuestionar. El miedo como emoción requiere dimensionarlo, captarlo en su justa medida, porque muchas veces se alimenta de fantasías o de otros pensamientos que no hacen más que acrecentarlos y llevarnos inevitablemente a padecerlos.
Seguramente luego de encontrar estas respuestas podamos generar una relación más equilibrada entre la dimensión de la amenaza, nuestro padecimiento y nuestra capacidad de respuesta, lo que nos permitiría actuar sintiéndonos más aliviados y con mayor energía a nuestra disposición.
Sabemos que la amenaza hacia la integridad física de los profesionales de la salud es real, nadie puede objetar esto. Sin embargo, existen recursos de asepsia que deben ser utilizados ineludiblemente cuando corresponde y hay acciones proactivas que favorecen una emocionalidad positiva. Dentro de estos podemos nombrar: la planificación y anticipación de toda situación que pueda ser prevista y sus correctas comunicaciones. La anticipación y la transmisión de acciones claras y concretas, disminuyen el temor, reducen el miedo, dando espacio a una emocionalidad necesaria para enfrentar el gran desafío.
Para los profesionales de la salud el enfrentar el desafío requiere cumplir con una doble exigencia, ser impecables en el empleo de todos los mecanismos de prevención en pos de preservar la salud propia y tener registro y control de sus emociones.
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